Las banderas están de paso. No siempre existieron y fueron cambiando a lo largo del tiempo. Hoy parece que solo sirven de arma arrojadiza, para pelearse, generar conflictos o para discutir por quién la tiene más grande (se mide al patriota por el número de pulseritas rojigualdas que lleva, lo de pagar impuestos "ya tal").
Los nacionalismos pudieron ser algo revolucionario en su día y marcaron diferencias en la ruptura con el Antiguo Régimen (por ejemplo) pero hoy son ideologías reaccionarias y que dividen personas que deberían estar luchando por las mismas posiciones ideológicas en base a sus intereses.
Los nacionalismos pudieron ser algo revolucionario en su día y marcaron diferencias en la ruptura con el Antiguo Régimen (por ejemplo) pero hoy son ideologías reaccionarias y que dividen personas que deberían estar luchando por las mismas posiciones ideológicas en base a sus intereses.
Entiendo que hay que encauzar todo ese odio a otras posiciones: difusión de una cultura, conocimiento de una lengua, protección del patrimonio histórico-cultural... Pero no a generar exclusión y posturas irreconciliables entre sí.
Es positivo que un pueblo conozca y defienda su cultura, lo que no es positivo es que se emplee para generar barreras, para atrincherarse en posturas pretéritas que van contra la idea de progreso o para marginar al contrario y humillarle.
Ahí dejo esta pequeña reflexión en estos tiempos tan aciagos en los que la post-verdad se abre camino de forma imparable y en el que la sensatez parece haber huido para no volver.
La materia no desaparece solo se transforma.