Hace unos meses llevé a cabo la crítica de El Padrino y prometí que emprendería la crítica de su secuela en el cine.
Tras el éxito arrollador de crítica que supuso la primera parte lanzada en 1972, Francis Ford Coppola arrancó el rodaje de su continuación que terminó viendo la luz en 1974.
Como habréis podido comprobar los que hayáis visto la primera parte, no era nada fácil estar a la altura de ella pero puedo adelantar que no sólo lo consigue sino que, en no pocos aspectos, esta cinta incluso la supera.
Uno de los mayores hándicaps con los que partía este film era la ausencia de Marlon Brando, uno de los mejores actores de todos los tiempos y el alma de la primera parte, pero el reparto de la segunda película resulta estar más que a la altura de la primera.
Lo primero a destacar es que tenemos dos películas en una; es decir esta película desentraña dos líneas argumentales y funciona tanto como secuela y precuela al mismo tiempo.
Como secuela, sigue la historia de Michael Corleone (Al Pacino) allá donde se quedó la primera película en los años 50 buscando expandir el "negocio" familiar más allá de Nueva York. De esta forma, la película recorre escenarios tan variopintos como Las Vegas, Cuba o Miami. Michael Corleone es la viva expresión de un businessman (hombre de negocios) que se va volviendo cada vez más frío, calculador; como un jugador de ajedrez que sacrifica peones sin miramientos. Ya no ve más allá de los negocios y apreciamos como el apego humano que aún pudiera conservar en la primera película desaparece casi instantaneamente.
Al Pacino consigue dotar al personaje de una expresividad que refleja por completo esa frialdad a la que me refería; sublime el trabajo del actor.
En el caso del contexto histórico, el guión lo aprovecha de forma magnifica en el caso de la visita a La Habana en un país que está viviendo una auténtica revolución y va a sufrir una gran transformación política.
Como precuela, se nos presentan los inicios de Vito Corleone como Vito Andolfini desde su huída de Sicilia hasta su llegada a Estados Unidos como inmigrante y sus inicios en el mundo de la mafia. En el barrio italiano en el que vive manda Don Fanucci una especie de cacique que dirige la organización "La mano negra". Digo cacique, porque al contrario que el mafioso que todos podemos tener en nuestra mente, un cacique se caracteriza por hacerlo todo a plena luz del día, por tener una relación con los vecinos de un barrio y por establecer una suerte de régimen feudal que en la crítica anterior ya explicaba. Se trata de tejer una red entorno a un barrio o una ciudad basada en el favor "recíproco": percibir unas cantidades pecuniarias como si fueran un impuesto a cambio de "protección"(contra él mismo) o lo que es lo mismo: extorsión.
Vito Corleone, interpretado por un magistral Robert de Niro, se ha fijado el objetivo de convertirse en el nuevo señor del vecindario y esto es lo que se nos narra en la película.
Su historia es la de Al Capone. Guarda una gran similitud, por el lado negativo, con el ideal americano del hombre hecho a sí mismo. Se trata de un personaje que comienza en lo más bajo y se dedica a ascender a base de una gran inteligencia y, no puede faltar tampoco en el marco de la concepción un tanto providencialista propia del puritanismo americano, una buena dosis de fortuna.
Como la primera parte, la película ha marcado el cine actual y hasta parte de nuestros códigos culturales. Tiene escenas que quedan para el recuerdo incluso de personas que no la habrán visto pero que no habrán podido evitar toparse en diversas series de televisión o películas con parodias, referencias o guiños de esta saga.
Muchas de las escenas llegan a transmitir magia. La narrativa que se emplea en dichas escenas es inigualable y transmite que nada de lo que se nos presenta es fortuito o casual, todo esta por alguna razón y quiere mostrarnos un mensaje aunque necesitemos verla una y otra vez para comprender un pequeño porcentaje de lo que representa esta película.
Y, como no, el resto del reparto. He mencionado la gran labor de Al Pacino y Robert de Niro pero no podemos obviar a Robert Duvall como Tom Hagen o a Diane Keaton como Kay Corleone con todas las contradiciones personales que la terminan llevando a rechazar y odiar a su marido al que percibe como un monstruo sin escrúpulos. John Cazale como Fredo Corleone hace otra gran labor como el hijo y el hermano despechado con el trato que ha recibido de su familia. Y todo ello sin olvidar al resto del reparto y de personajes como Hyman Roth o el propio Fanucci que poseen ese carisma tan necesario en los secundarios para actuar de pegamento que mantiene cohesionado y hace creíble un gran guión.
No me atrevería a emitir un juicio de valor acerca de cual de las dos tiene mejor historia ni creo que haya que comparar dos obras maestras; de hecho podríamos considerarlas partes de un todo. Un plato que hay que saborear despacio y disfrutando de cada bocado pero sin mezclarlo ni separando los ingredientes. Eso es lo que suponen estas dos películas y no merecen una diferenciación cualitativa.
Una de las mayores virtudes que puede tener una película es la capacidad de sorprender después de varios visionados, siempre hay mensajes, códigos, sentidos, trasfondo que se escapan y las dos primeras películas lo consiguen.
VALORACIÓN: OBRA MAESTRA
Algunas curiosidades
-Primera vez que una secuela ganaba el Oscar a la mejor película y que dos actores distintos ganan el Oscar (Marlon Brando y Robert de Niro) a mejor actor por encarnar al mismo personaje (Vito Corleone).
-Las escenas de La Habana se rodaron en Santo Domingo.
-Se mantiene la costumbre de mostrar naranjas o el color naranja cuando se avecina una muerte.
-Es la primera secuela numerada de una película estadounidense.
-En esta película sí se emplea la palabra "mafia" en algunas ocasiones.
-Nominada a 11 Oscar y ganadora de 6 (mejor película, mejor guión adaptado, mejor actor, mejor música, mejor dirección artística, mejor director).
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