En esta pre-campaña ya podemos comprobar los temas que van a ocupar la campaña electoral.
Uno de los temas centrales es la construcción del relato de los culpables de que haya elecciones.
Ya, desde las negociaciones, creo que asistimos a un paripé de los partidos políticos por hacer ver a la población que todos estaban abiertos a ceder en sus pretensiones y programas con tal de alcanzar un acuerdo de gobierno con fuerzas distintas.
Así, el PP se mostró abierto a la negociación cuando en realidad no negociaba con nadie y cuando nunca estuvo dispuesto a renunciar a la presidencia ni a su presidente.
Ciudadanos cambió de la noche a la mañana su discurso de campaña para ofrecerse como el garante de la estabilidad y como el mediador para un pacto de gran coalición en el que el partido de Rivera no servía para nada ya que, en caso de pacto entre PP y PSOE, la formación naranja era completamente innecesaria numéricamente para alcanzar la mayoría absoluta. Muy pronto abandonaron sus "prejuicios" sobre la corrupción y el bipartidismo pero arrastraron al PSOE a un pacto reaccionario que nunca seguiría la izquierda de la cámara y menos aun los nacionalismos.
Podemos dejó claro desde el inicio sus preferencias. Claramente se desentendieron de pactos de grandes coaliciones y se ofrecieron al PSOE. Cierto es que el mensaje no se transmitió de forma brillante ya que se dio pie a pensar que lo más importante eran los puestos en el gobierno a las políticas.
El PSOE puede ser considerado, junto con el PP, el gran culpable. Su empecinamiento de pactar con Rivera y en gobernar solos un país sin haber sido la fuerza más votada y con apenas 90 diputados sería inexplicable si no sospecháramos de las presiones recibidas por los poderes en la sombra. El pacto con Ciudadanos no servía para derogar las políticas revolucionario-conservadoras del Partido Popular: reforma laboral, LOMCE, ley mordaza...
Pero lo más incomprensible fue la idea que transmitieron de que un pacto con Podemos no sumaba. El acuerdo con Ciudadanos sumaba 130 diputados y con Podemos obtenían 161. ¿Nos hemos perdido alguna clase de matemáticas?
El PSOE lo tenía bastante más fácil de lo que parecía. Una vez fracasado el acuerdo con Ciudadanos, lo debería haber intentado con Podemos y, de esta manera, podían haber lanzado el discurso de que han intentado formar gobierno de todas las formas posibles y que la causa del fracaso era la intransigencia del resto de partidos.
Ahora no es de extrañar la desazón en muchos votantes socialistas que no dan crédito a la derechización del partido tan acentuada desde los últimos tiempos y tan promovida desde Andalucía.
En cualquier caso, estas elecciones se presentan como un déjà vú en muchos aspectos como la repetición de programas y listas electorales. A partidos como a Podemos les ha convenido promulgar la idea de "repetición de elecciones" para no tener que organizar unas incómodas primarias internas que podían arrojar problemáticas internas o resultados inciertos. En Ciudadanos más de lo mismo.
La realidad es que hay cambios bastante profundos. Uno de ellos es la confluencia de Podemos junto a Izquierda Unida que puede ayudar a paliar el efecto de la Ley D´Hont. Nos referimos a la ley electoral que castiga a formaciones como Izquierda Unida a ver como, por ejemplo, los votos obtenidos fuera de Madrid van casi literalmente a la basura por no alcanzar los mínimos para la obtención de diputados.
Pero el cambio más notorio en el discurso es el hecho de que ahora todos van a pactar con todos. En las anteriores elecciones molaba decir que el objetivo era la mayoría absoluta (sabiéndolo imposible). Ahora, sin gobierno, lo que está de moda es mostrar una actitud abierta a probar nuevos "sabores políticos".
Otro cambio es la irrupción exagerada de Venezuela en la campaña. Parece ser que a algunos políticos les preocupa mucho el cumplimiento de los derechos humanos y de las normas democráticas en algunos países solamente. Ya no se habla de refugiados, no se habla de Arabia Saudí ni de Marruecos ni de otros países en los que los derechos humanos brillan por su ausencia.
La instrumentalización de Venezuela resulta insultante para mucha gente. Se destacan problemas de los que no está exenta España: aquí hay gente que no tiene con que llenar sus neveras, hay desahucios, existe una ley mordaza...
No estoy diciendo que España sea como Venezuela, solo que España tiene problemas de suficiente entidad que algunas formaciones no quieren tocas bien por falta de propuestas o porque consideran que sus propuestas no van a resultar del agrado de las personas.
Resulta más fácil hacer la campaña desde Venezuela con el fin de difamar a algunas formaciones que ya han mostrado su distanciamiento con aquél gobierno antes que hablar de soluciones para los problemas de la gente en España.
Lo que no cambia es la corrupción, especialmente en el PP. Hemos visto como día tras día salen casos de corrupción (lo último eran los papeles de Panamá con Soria o Cañete implicados) que afectan a dirigentes del partido conservador y como las encuestas no castigan a los populares. A veces da la sensación de que Rajoy podría irrumpir en una plaza pública con una metralleta masacrando personas y no bajaría su porcentaje de voto.
Esto me lleva a abrir una pequeña reflexión acerca del voto cautivo y de la poca madurez democrática para no castigar con contundencia la corrupción que es un ataque a la democracia y una traición a tu patria por no cumplir las obligaciones fiscales.
Parece que nos tragamos la corrupción como algo cotidiano, algo impensable en países europeos de nuestro entorno. Un partido como el PP, que está imputado como organización, no tendría nada que hacer en unas elecciones en países como Alemania.
Y creo que no hay excusa, hay suficientes alternativas en la derecha (VOX, Ciudadanos) como para plantearse un cambio en el voto. Votar al PP es votar a Vito Corleone esperando que vaya a acabar con la mafia. Y esto reconociendo que los otros partidos pueden tener sus problemas y contradicciones pero, en ningún caso, al nivel del PP. El único caso comparable es el del PSOE andaluz que tampoco resulta castigado en las urnas.
En definitiva, se nos presenta una campaña todavía más polarizada que creo que no será positiva para incentivar el voto de un pueblo hastiado de vieja política y que ve como sus problemas pasan a un segundo plano por parte de los políticos.
Ya lo hemos visto en el último debate de los candidatos de Podemos y Ciudadanos en el que el tono fue muy visceral, en algunos casos rayando el insulto.
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