La foto que acompaño a esta entrada es bastante definitoria y hace honor al dicho: "más vale una imagen que mil palabras".
Todo esto viene al hilo del debate que mantuvieron Pablo Iglesias y Albert Rivera en la Sexta con Jordi Évole sin reglas ni cortapisas; muy lejos de esos simulacros de debates tan encorsetados y manipulados que, cada lustro, mantienen el PP y el PSOE.
Más que hablar del debate, me gustaría referirme a los códigos y la nueva imagen de estos nuevos partidos que están trayendo el interés de la gente por la política.
Digo interés de la gente por el hecho de que el debate tuviera una audiencia de récord. Más de 5,2 millones de espectadores y un 25,2% suponiendo un récord para el programa y superando a Gran Hermano. Audiencias de Champions que dejan en ridículo a la televisión pública por no ser la que emita este tipo de programas de interés general y por la manipulación que la ha condenado a una posición testimonial en el panorama televisivo nacional.
Ante la cuestión de quién ganó el cara a cara la respuesta es clara: los dos partidos y los ciudadanos. Nos podemos poner a analizar el debate y es cierto que se vio más seguro, suelto y ágil a Rivera a la par de que el programa de Ciudadanos estaba claramente más avanzado y concretado que el de Podemos. Luego, se pueden criticar sus medidas como la del contrato único que puede significar una precariedad generalizada en el sistema laboral, la decisión de excluir a los sin papeles del sistema sanitario, la ambigüedad respecto a la Reforma Laboral y el abaratamiento del despido y en la derogación de la ley mordaza o la ocurrencia de subvencionar a los empresarios que contraten en precario. Medidas todas ellas tendentes a profundizar en la tónica neoliberal actual y que harán salivar a la oligarquía financiera del IBEX 35, a la troika y a Alemania. Medidas que pueden ser muy negativas para el 90% de los ciudadanos de este país. Pero todo ello fue envuelto en una elegante y efectista retórica y eso es muy importante hoy en día.
Podemos parecía un quiero y no puedo pero recuperó parte de la frescura perdida y es importante destacar la amenaza a los sectores estratégicos oligopolísticos que tanto daño hacen a la ciudadanía mientras Ciudadanos juega a la ambigüedad (en esto no se diferencia C´s de los viejos partidos). No sé puede ser amigo de las eléctricas y de las personas que sufren cortes de luz en invierno y Ciudadanos juega a eso, lo mismo que en temas como la jubilación y la propuesta de Podemos de subir el salario mínimo interprofesional es necesaria en un país condenado a la precariedad laboral.
Pablo Iglesias ve necesario distribuir un poco la riqueza y, a partir de ahí, estás recuperando una clase media necesaria para España. Eso para Ciudadanos es repartir la pobreza; argumento Thatcheriano donde los haya.
Pero, como he señalado, el debate lo ganan los dos. La imagen de alternativa a lo viejo, la comunicación que transmiten es algo, desgraciadamente, rompedor en nuestro país. Eso demuestra que vamos años por detrás en términos de democracia y participación respecto a otros países ya que estos formatos (con sus variaciones múltiples) son algo muy habitual. El pueblo reclama este modelo, reclama otra forma de hacer política, pide que los políticos no se escondan tras una pantalla de plasma y se dediquen a hablar y a escuchar al otro. Lo dicho, no me importa quien ganara el debate; me importa que el domingo pasado el debate lo perdieron los partidos de la casta, los partidos que se esconden en sus sedes y se niegan a debatir.
Quizás consigamos sacar al PSOE de Ferraz; mucho más va a costar que el PP salga de su eterna burbuja y de sus casos de corrupción.
Al día siguiente ya estaban tachando el debate de "charla de café". Demuestran que no se enteran, solo contemplan modelos precocinados y descafeinados en los que no haya margen a la improvisación; así cualquiera debate.
No quieren pringarse, no quieren arriesgar, no quieren comunicar. Ese es su problema; sino quieren debatir que no debatan. El resto tiene el deber de hacerlo esté o no esté el PP.
Al PP le interesa tener a la gente adormecida, drogada por los "sálvames", por el fútbol, por un tv pública que manipula y aburre hasta las ovejas. Dormir al pueblo y que dejen la política en manos de los políticos "profesionales". El debate del domingo demuestra su fracaso y demuestra que hay televisiones privadas que están ejerciendo de televisión pública.
En definitiva, ojalá que esto no se quede ahí (y dado su éxito albergo esperanzas) y que dé comienzo una nueva era comunicativa entre los partidos políticos y despertemos de una vez del mal sueño del bipartidismo encorsetado y preprogramado.
"Si tienes palabras más fuertes que el silencio, habla. Si no las tienes, entonces guarda silencio" Eurípides.
Hace unos meses llevé a cabo la crítica de El Padrino y prometí que emprendería la crítica de su secuela en el cine.
Tras el éxito arrollador de crítica que supuso la primera parte lanzada en 1972, Francis Ford Coppola arrancó el rodaje de su continuación que terminó viendo la luz en 1974.
Como habréis podido comprobar los que hayáis visto la primera parte, no era nada fácil estar a la altura de ella pero puedo adelantar que no sólo lo consigue sino que, en no pocos aspectos, esta cinta incluso la supera.
Uno de los mayores hándicaps con los que partía este film era la ausencia de Marlon Brando, uno de los mejores actores de todos los tiempos y el alma de la primera parte, pero el reparto de la segunda película resulta estar más que a la altura de la primera.
Lo primero a destacar es que tenemos dos películas en una; es decir esta película desentraña dos líneas argumentales y funciona tanto como secuela y precuela al mismo tiempo.
Como secuela, sigue la historia de Michael Corleone (Al Pacino) allá donde se quedó la primera película en los años 50 buscando expandir el "negocio" familiar más allá de Nueva York. De esta forma, la película recorre escenarios tan variopintos como Las Vegas, Cuba o Miami. Michael Corleone es la viva expresión de un businessman (hombre de negocios) que se va volviendo cada vez más frío, calculador; como un jugador de ajedrez que sacrifica peones sin miramientos. Ya no ve más allá de los negocios y apreciamos como el apego humano que aún pudiera conservar en la primera película desaparece casi instantaneamente.
Al Pacino consigue dotar al personaje de una expresividad que refleja por completo esa frialdad a la que me refería; sublime el trabajo del actor.
En el caso del contexto histórico, el guión lo aprovecha de forma magnifica en el caso de la visita a La Habana en un país que está viviendo una auténtica revolución y va a sufrir una gran transformación política.
Como precuela, se nos presentan los inicios de Vito Corleone como Vito Andolfini desde su huída de Sicilia hasta su llegada a Estados Unidos como inmigrante y sus inicios en el mundo de la mafia. En el barrio italiano en el que vive manda Don Fanucci una especie de cacique que dirige la organización "La mano negra". Digo cacique, porque al contrario que el mafioso que todos podemos tener en nuestra mente, un cacique se caracteriza por hacerlo todo a plena luz del día, por tener una relación con los vecinos de un barrio y por establecer una suerte de régimen feudal que en la crítica anterior ya explicaba. Se trata de tejer una red entorno a un barrio o una ciudad basada en el favor "recíproco": percibir unas cantidades pecuniarias como si fueran un impuesto a cambio de "protección"(contra él mismo) o lo que es lo mismo: extorsión.
Vito Corleone, interpretado por un magistral Robert de Niro, se ha fijado el objetivo de convertirse en el nuevo señor del vecindario y esto es lo que se nos narra en la película.
Su historia es la de Al Capone. Guarda una gran similitud, por el lado negativo, con el ideal americano del hombre hecho a sí mismo. Se trata de un personaje que comienza en lo más bajo y se dedica a ascender a base de una gran inteligencia y, no puede faltar tampoco en el marco de la concepción un tanto providencialista propia del puritanismo americano, una buena dosis de fortuna.
Como la primera parte, la película ha marcado el cine actual y hasta parte de nuestros códigos culturales. Tiene escenas que quedan para el recuerdo incluso de personas que no la habrán visto pero que no habrán podido evitar toparse en diversas series de televisión o películas con parodias, referencias o guiños de esta saga.
Muchas de las escenas llegan a transmitir magia. La narrativa que se emplea en dichas escenas es inigualable y transmite que nada de lo que se nos presenta es fortuito o casual, todo esta por alguna razón y quiere mostrarnos un mensaje aunque necesitemos verla una y otra vez para comprender un pequeño porcentaje de lo que representa esta película.
De nuevo, tampoco se puede dejar atrás la banda sonora de Nino Rota que continua en la excelencia del primer film y se llevó un merecido Oscar a la mejor BSO.
Y, como no, el resto del reparto. He mencionado la gran labor de Al Pacino y Robert de Niro pero no podemos obviar a Robert Duvall como Tom Hagen o a Diane Keaton como Kay Corleone con todas las contradiciones personales que la terminan llevando a rechazar y odiar a su marido al que percibe como un monstruo sin escrúpulos. John Cazale como Fredo Corleone hace otra gran labor como el hijo y el hermano despechado con el trato que ha recibido de su familia. Y todo ello sin olvidar al resto del reparto y de personajes como Hyman Roth o el propio Fanucci que poseen ese carisma tan necesario en los secundarios para actuar de pegamento que mantiene cohesionado y hace creíble un gran guión.
No me atrevería a emitir un juicio de valor acerca de cual de las dos tiene mejor historia ni creo que haya que comparar dos obras maestras; de hecho podríamos considerarlas partes de un todo. Un plato que hay que saborear despacio y disfrutando de cada bocado pero sin mezclarlo ni separando los ingredientes. Eso es lo que suponen estas dos películas y no merecen una diferenciación cualitativa.
Una de las mayores virtudes que puede tener una película es la capacidad de sorprender después de varios visionados, siempre hay mensajes, códigos, sentidos, trasfondo que se escapan y las dos primeras películas lo consiguen.
VALORACIÓN: OBRA MAESTRA
Algunas curiosidades
-Primera vez que una secuela ganaba el Oscar a la mejor película y que dos actores distintos ganan el Oscar (Marlon Brando y Robert de Niro) a mejor actor por encarnar al mismo personaje (Vito Corleone).
-Las escenas de La Habana se rodaron en Santo Domingo.
-Se mantiene la costumbre de mostrar naranjas o el color naranja cuando se avecina una muerte.
-Es la primera secuela numerada de una película estadounidense.
-En esta película sí se emplea la palabra "mafia" en algunas ocasiones.
-Nominada a 11 Oscar y ganadora de 6 (mejor película, mejor guión adaptado, mejor actor, mejor música, mejor dirección artística, mejor director).