Tras dos años de escándalos destapados por El Mundo y
diversas investigaciones, el pasado fin de semana Jordi Pujol reconoció en un comunicado que llevaba 34 años estafando a
Hacienda.
Este nuevo caso de corrupción nos demuestra la sintonía
diaria de nuestro país.
Se están hablando de cantidades escandalosas. La última
apunta a al menos 600 millones de euros
en diversos paraísos fiscales y sin declarar.
Él dice que ese dinero es una herencia y espera que lo
creamos cuando negó una y otra vez tener cuentas en el extranjero. El vídeo no
miente.
El Muy Honorable
(tratamiento que recibe por haber sido President
de la Generalitat de Catalunya) hace esta confesión de una forma calculada.
Tiene 84 años y no va a ir a la cárcel y busca librar de
culpa a sus hijos que ya están, algunos de ellos, inmersos en procesos
judiciales por casos de corrupción.
En este caso hemos podido comprobar la estrategia de defensa
de los políticos. Asumiendo la ideología del Rey Sol (“El Estado soy Yo”)
Pujol; con la complicidad de su partido, Convergencia, ha asimilado los ataques hacia su persona como ataques a su partido y a
su patría.
Esto es muy habitual. ¿Cuántas veces hemos visto al PP
defenderse de acusaciones en el caso Bárcenas asumiendo que son ataques a su
partido? ¿Y el PSOE con el caso de los
ERE? Lo mismo al igual que UGT que aducía que se trataba de una conspiración
para acabar con los sindicatos.
Tenemos una clase política enferma que es un reflejo de una
sociedad enferma en términos democráticos. Salen escándalos y los acusados se
parapetan en su partido y en el sistema que los ampara por su lentitud, sus
recursos, sus prescripciones de delitos y por su condescendencia generalizada
hacia estos casos.
La sociedad se
escandaliza, sí, pero a la semana todo ha quedado olvidado. Ahí están las
encuestas que nos dicen que el partido más votado volverá a ser el PP a pesar
del escándalo de los sobres en el que está metido nuestro presidente o el caso
de Valencia donde se votan a políticos imputados y muy bajo sospecha y tantos
otros lugares de España (y me dan igual las siglas o los programas).
Nuestra sociedad no tiene una educación democrática y eso
está demostrado. Mi solución es imponer desde una edad temprana una educación
en términos democráticos y de ética. Me parece tan importante o más que las
matemáticas, el inglés o la historia.
Si formamos a nuestra sociedad en valores democráticos
podremos evitar que tantos personajes de estos nos roben a todos.
Al fin y al cabo los políticos no son de Marte. Ellos salen
de nuestra sociedad y son reflejo de los valores que tenemos. Su poca
resistencia a la corrupción muestra lo que es nuestra sociedad.